Cuando llegué a Cochabamba, me causó cierta angustia el hecho de que no existiesen posibilidades de adquirir películas originales. Al poco, paseando por la Cancha, descubrí los mil y un tenderetes de venta de películas piratas. La calidad del mayor porcentaje de títulos a la venta era, cuanto menos, cuestionable. Ya saben, eso que tan bien nos han sabido vender los states (como tantas otras cosas), y para lo que han llegado a fraguar un nuevo término: “blockbuster”. Lo que siempre se había llamado cine “comercial” y yo siempre me había cuestionado por qué había de ser considerado comercial mientras el que yo prefería habían dado en denominarlo “independiente” o “de autor”… etiquetas, ya saben, son tan útiles cuando no apetece pensar.

Tiempo después, dada mi urgente necesidad de revisitar La eternidad y un día, de Angelopoulos (en ocasiones tengo arrebatos poco racionales), un amigo me informó de otras tiendas de venta de películas, también piratas, pero con títulos más cercanos al cine “de autor” o “independiente” que al “comercial”. Así, conocí a alguno de los protagonistas de Cultura radical, este documental que nos acerca una realidad muy boliviana pero de fácil reflejo en el resto de sociedades actuales. Y a unos personajes muy bolivianos pero de fácil reflejo en muchos otros de sociedades diversas. Unos personajes que aman el cine y deciden hacer de dicho amor su modo de vida, a pesar de lo fraudulento del mecanismo: venta de material pirata.

El caso es que un día me hice, en una de estas tiendas que vemos en Cultura radical, con Los idiotas, de Von Trier, y Funny Games, de Haneke. Y recordé que no mucho tiempo atrás, aún en España, desistí de la posibilidad de encontrar dichas cintas, originales, en ninguna tienda física de las que dicen dedicarse a la comercialización de cine, literatura, música, y otras tantas disciplinas artísticas, culturales. Cierto, los dvds bolivianos no eran originales, pero me permitían acceder, de nuevo, a la fisicidad de la cultura, poder tocar, de alguna manera, el arte.

Amo el cine, ese arte. Un arte, otro más, que se está perdiendo. Y, sinceramente, creo que más culpable que la piratería es la ausencia de personas interesadas en propagarlo. Sufro en carnes propias la precariedad que implica dedicar esfuerzos a una actividad audiovisual. Sufro la precariedad que implica dedicarse a la literatura. Y me canso de escribir gratis, cierto. Pero mientras haya alguien al otro lado interesado en leer y difundir mi obra, creo que seguiré haciéndolo. Hablo de cine y literatura, pero podría hacerlo, igualmente, de música, y el descrédito que sufre en la actualidad como cimiento cultural. Y podríamos ampliar el espectro, sólo para ver que la cultura, a nivel global, se tambalea.

Afortunadamente, nos queda otra opción más optimista: podemos dedicar 20 minutos a visionar Cultura radical, y todos los que precisemos a analizar y cuestionar y pensar lo mucho que su metraje contiene. Porque para comprender la cultura actual, debemos empaparnos de la anterior, y antes de cualquier obra artística, están la duda y el pensamiento crítico. Practicarlos, a día de hoy, tal vez suponga la más radical expresión cultural.

 

Sobre el/la autor/a

Pablo Cerezal
Escritor | Web

Pablo Cerezal (Madrid, 1972). Escritor y guionista. Ha publicado la novela Los Cuadernos del Hafa (2012), hoy considerada novela de culto, el diario poético Breve Historia del Circo (2017), el libro de crónica periodística Al-Maqhaa (2017), así como, junto a Claudio Ferrufino- Coqueugniot, el volumen de crónicas íntimas Madrid-Cochabamba (2015). Ha participado en numerosas antologías literarias y es coguionista de los documentales Madrid-Cochabamba (2015) y Geometría del esplendor (2016). También colabora en diversos medios periodísticos, como Frontera D (España), y La Razón (Bolivia).

Puedes leerle en: Vislumbres de El Dorado y Postales desde el Hafa